Esos pequeñuelos tienen un efecto incomparable en tu corazón. Sabes que no son tus hijos, no han crecido en tu interior, pero por alguna razón los consideras igual que si fueran tuyos propios.
Tus sobrinos, los hijos de tu hermana, despiertan algo en tu corazón que ni tú misma sabías que podías sentir. Es el amor que solo una tía puede sentir por ellos.
El día que supe que llegaban fue el más emocionante de mi vida. Corrí al hospital para ser la primera persona en poder verlos, después de sus padres. Al descubrirlos, fue la cosa más hermosa que había visto en mi vida.
También me ha servido para descubrir nuevas cosas de mi hermana, de cómo es como madre y de lo afortunada que soy de teneros a todos en mi propia vida.
Realmente me gusta ver lo mucho que se parecen mis sobrinos a mi hermana, pero sobre todo la personalidad que se va formando en ellos, de la que yo también soy una influencia importante.
También noto cómo quieren estar conmigo, cómo me enseñan sus juguetes, cómo se divierten conmigo y la felicidad que despierto cuando me ven.
Las tías somos también importantes en la vida de estos pequeños. Nos convertimos en una especie de amiga-familiar, con la que pueden contar para todo, de una forma personal que no llegarán a tener con sus propios padres.
Esa responsabilidad, ese amor, se nota desde el primer momento en que conoces a los hijos de tu hermana, porque, de alguna manera, se convierten en propios.
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