Mi nieto es el pedacito de cielo que la vida me regaló.

Mi nieto es el pedacito de cielo que la vida me regaló. Es una segunda oportunidad que los dioses me han obsequiado. Mi oportunidad de amar sin medidas y sin preocupaciones adicionales. Una nueva chance para hacer las cosas bien, para seguir construyendo futuro.

Ese niño, fruto del amor de aquel pequeño ser que vi nacer, hoy es mi todo. Me da el aliento necesario para superar los achaques de la edad. Es él quien me da razones para continuar habitando este mundo, tan solo para permanecer a su lado.

Mi nieto se ha convertido en el oxígeno que hoy me permite vivir el día a día de manera intensa. Es ese pequeño universo por el que giro noche y día. Fuente de admiración y adoración profunda, llena de color mi hogar con cada visita y colma de felicidad los últimos tramos de mi existencia.

Mi nieto, mi mejor obsequio

Mi nieto es el mejor obsequio que mi hijo pudo hacerme. El amor que siento por él es único, tan diferente a aquel inmenso que sentí por primera vez que conocí a mi amado hijo. Mi nietito es el heredero de todo mi tiempo, por haberme cedido el brillo de sus ojos y su contagiosa sonrisa.

Reavivó mi capacidad de asombro al alargar mi vida con sangre de esperanza e ilusión. Es el sueño más perfecto que afortunadamente se ha hecho realidad. Hoy, el sonido de su inocente voz se ha convertido en mi bandera. Sus imágenes distribuidas por toda mi casa son como trofeos del campeón de la vida misma.

Mi nieto es el mejor premio que pude haber recibido tras criar con mucho amor a mi pequeño pedazo de sol. El mismo hoy me regaló el más bonito horizonte. Mucho cielo para esta abuelita que se cansa de amar, y que espera todo el tiempo por llenar de besos y abrazos de oso a ese pequeño que tiene tanto cariño que ofrecer.

Mi nieto es mi pasado, mi presente y el futuro que me resta. Mi historia, mi familia y mi sangre. Por esto mismo, jamás podré negarme a sus pedidos. Por él soy capaz de lograr imposibles. Es mi niño consentido, mi cómplice y compañero favorito.

Ese chiquillo es un pasaje para viajar al pasado. Recordar aquellos bellos días de mi infancia. Sentir los viejos aromas y juegos. Remembrar mi inocencia, imaginación y frescura. Recordar la pureza que portaba y asimilar lo que he perdido a través de los años.

Mi nieto, mi sueño y mi ocupación.

Ese nene tan pequeño que veo crecer frente a mí me permitió volver a soñar, al ser partícipe de sus sueños. Me mostró que tengo tanto que aprender. Despertó en mí nuevas pasiones que creía imposibles. Vino a este mundo para terminar de ablandar aún más mi corazón.

Ver aquello en lo que se considera fabuloso, escuchar aquellas historias que lo tienen atónito, observarlo columpiarse o deslizarse por el tobogán es ver magia pura. Su preciosa carita y ese dulce “abuelita” bastaron para volverme loca. Prometo bajarte la luna, arrimarte al sol y llenar de dulces cada tarde.

Consentir cada capricho, brindarle todo mi amor, acompañarlo en cada aspecto de su vida se convirtió en mi deporte. Remembrar el arte de cambiar pañales, calmar berrinches, sentar en el regazo para entretener fue prioridad desde la llegada de mi nieto.

¿Y qué mas da si mi hijo, yerno o nuera no logra comprender este amor tan profundo? ¿Qué importan sus enojos pasajeros? Sé muy bien que así como ayer no me entendían y hoy -al ser padres- lo hacen, cuando llegue el día de convertirse en abuelitos comprenderán mi comportamiento.

Mi pedacito de cielo, mi mundo, mi universo y mi todo. Eso es mi nieto desde que me anoticié de su llegada. Solo deseo que tenga una vida plena y feliz, y le pido a Dios poder disfrutarla junto a él cuanto sea posible. Pues si algún sentimiento de tristeza o dolor se asoma, quiero ser quien le seque las lágrimas y esboce en su rostro una mueca.

Mi nieto es el mayor regalo que la vida pudo llegar a darme.

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